Australia. Año 1927. El profesor Thomas Parnell, de la Universidad de Queensland, quería enseñar a sus alumnos que existen sustancias con apariencia de sólidos que en realidad son líquidos extremadamente viscosos. Uno de los materiales que muestran ese comportamiento es la brea y decidió experimentar con ella…
La brea es un material de color negro, compuesto por hidrocarburos aromáticos complejos, que se obtiene como residuo tras la destilación o el tratamiento térmico del alquitrán, el petróleo u otros materiales orgánicos.
La idea que tuvo para el experimento no podía ser más sencilla: un vaso de precipitados, un embudo, una pequeña cantidad de brea en él y tiempo… ¡mucho tiempo! El suficiente para que la brea fluyera y goteara por el embudo. ¿Cuánto crees que hubo que esperar para observar este fenómeno? ¿Días? ¿Semanas? ¿Meses?
En realidad, desde que comienza a formarse una gota de brea hasta que cae pasan ¡años! La brea es tan viscosa y el proceso tan lento que solo para poner en marcha el experimento necesitó tres años. En 1927 calentó la brea, la puso en un embudo con el cuello sellado y lo dejó reposar hasta 1930. Para que estuviera bien asentadita… Fue entonces cuando abrió el cuello del embudo y la brea comenzó a fluir muy, muy, muy lentamente. Tanto, que la primera gota no cayó hasta diciembre de 1938. ¡Tardó más de ocho años! Y desde entonces han caído tan solo ocho gotas más:
Las caídas de las siete primeras gotas de brea se distanciaron una media de ocho años, pero tras la séptima se decidió controlar las condiciones ambientales del laboratorio, y desde entonces el experimento se mantiene en una habitación sellada con aire acondicionado, evitando las fluctuaciones de temperatura que se producen a lo largo del año (y las variaciones en la viscosidad que esto provoca). Por ese motivo, las siguientes gotas tardaron más tiempo en caer, entre trece y catorce años aproximadamente. A día de hoy, el experimento sigue en marcha y, al ritmo al que cae la brea, se calcula que tiene cantidad suficiente como para aguantar unos 100 años más. Es por ello que el libro Guinness de los récords lo reconoce como el experimento de laboratorio más largo del mundo.

Pero lo más sorprendente de todo es que ¡nadie ha conseguido ver el momento justo de la caída! El profesor Thomas Parnell no lo logró y lo mismo le pasó al profesor John Mainstone, su vigilante desde el año 1961. En el año 2000, ante la inminente caída de la octava gota, se instaló un equipo de grabación para poder capturar el esperado momento, con tan mala suerte que en los minutos previos se produjo un inoportuno corte de luz en la Universidad y la caída no pudo ser observada. El profesor Mainstone siguió custodiando el experimento, incluso una vez jubilado, hasta su fallecimiento en agosto de 2013 –después de 52 años de dedicación–, unos meses antes de que la novena y, por el momento, última gota cayera.

El profesor Andrew White recogió el testigo de Mainstone y es el actual custodio del experimento. En 2014, la novena gota entró en contacto con la anterior (al fluir tan lentamente, las gotas conservan su forma tras la caída durante años), por lo que se optó por cambiar el vaso de recogida antes de que ambas gotas se fusionaran, pero al destapar la campana la mesa se tambaleó y se provocó el desprendimiento accidental de la gota. Así que habrá que esperar a la décima gota, a ver si por fin se consigue inmortalizar tan escurridizo momento que, según lo previsto, podría ocurrir en 2027 o 2028…
Se puede seguir este experimento en directo a través de la web www.thetenthwatch.com/
Sin embargo, aunque el experimento de la Universidad de Queensland tiene el honor de ser el primero en comenzar, no es el único de este tipo que se ha desarrollado. En 1944, los científicos del Trinity College de Dublín (Irlanda) iniciaron su propio ensayo, también con el propósito de estudiar el comportamiento viscoso de la brea. Aunque estuvo descuidado durante mucho tiempo, se retomó décadas después y, en el año 2013, con una gota a punto de caer, se instaló una cámara web que permitía hacer un seguimiento constante y que, esta vez sí, logró registrar por primera vez la caída de una gota de brea (el 11 de julio de 2013):
Mediante el estudio del comportamiento de la gota, los profesores Weaire, Hutzler y Whyte, del Trinity College, estimaron que la viscosidad de la brea es 2·107 Pa·s, unos 200 millones de veces mayor que la del aceite de oliva, o unos dos millones de veces la de la miel líquida.
Los científicos irlandeses consiguieron filmar lo que el paciente profesor Mainstone no pudo ver con sus propios ojos durante los 52 años que dedicó a la supervisión del experimento original de Thomas Parnell. Al menos, esto ocurrió un mes antes de su fallecimiento, por lo que, de alguna manera, tuvo el leve consuelo de haberlo visto, aunque no fuese en el lugar que el hubiese querido.
En 2005, Thomas Parnell y John Mainstone fueron galardonados con el premio Ig Nobel de Física, una parodia de los otorgados por la Academia sueca, que celebra logros científicos curiosos que «primero hacen reír, pero luego hacen pensar».