A finales del siglo XIX, el científico británico Joseph John Thomson había demostrado la existencia de lo que hoy conocemos como electrón y pudo establecer la relación entre su carga y su masa analizando la desviación que estas partículas experimentaban cuando se movían en el seno de un campo electromagnético:

Sin embargo, aunque lo intentó, Thomson no consiguió determinar ni la masa ni la carga del electrón (al menos de forma precisa). Tuvieron que pasar más de diez años hasta que el estadounidense Robert Andrews Millikan, discípulo de Michelson en la Universidad de Chicago, publicara los resultados de los experimentos con los que consiguió determinar, con bastante exactitud (el error era del 1 %), la carga del electrón:

Para llegar a ello, Millikan utilizó una versión de la cámara de niebla que Thomson, el que fuera su director de tesis en Europa, estaba utilizando con el mismo propósito. Con este dispositivo se conseguía nebulizar e ionizar una pequeña cantidad de agua, de modo que el estudio de su comportamiento en presencia de campos eléctricos permitiría calcular la carga de la nube y, en función del número de gotas, deducir la carga elemental del electrón. Sin embargo, tanto Thomson como Millikan fracasaron en sus primeros intentos ya que el agua se evaporaba con facilidad. La suerte estuvo de la mano de Millikan cuando éste coincidió con Rutherford en un congreso celebrado en su universidad, quien le advirtió, además, del inconveniente que suponía realizar el estudio de la nube de agua completa, siendo más acertado centrar el interés en el movimiento individual de cada una de las gotas en suspensión.
Millikan decidió, entonces, utilizar aceite en lugar de agua, de ahí que dicho experimento sea habitualmente conocido como el experimento de las gotas de aceite. En la cámara, el aceite se dispersaba en minúsculas gotas que descendían en el seno de un gas ionizado con rayos X. Un cierto número de los electrones formados en la ionización se adherían a las gotitas, por lo que adquirían una carga negativa que era un múltiplo entero de la carga del electrón. Estas gotitas se hacían pasar entre dos placas entre las cuales se generaba una diferencia de potencial que provocaba una campo eléctrico uniforme (en esencia, este montaje constituye un condensador plano). En consecuencia, una fuerza eléctrica actuaba sobre las gotitas, frenando su movimiento de descenso, de manera que del estudio de este equilibrio de fuerzas podía deducirse la carga de cada gotita. Como ésta siempre era un múltiplo entero pequeño de la carga del electrón, una vez conocida la carga de varias gotitas podía estimarse la carga correspondiente a un solo electrón.
En ausencia de campo eléctrico, el descenso de la gota está provocado por la fuerza de la gravedad, aunque debe considerarse el empuje que ejerce el aire, por lo que en realidad debemos tener en cuenta su peso aparente, es decir, el peso de la gota menos el peso del aire que desaloja:
Debido a la resistencia del aire, la partícula alcanza una velocidad terminal que no varía, es decir, se desplaza sin aceleración. Si consideramos las gotitas como partículas esféricas que se mueven a través de un fluido, la fuerza de fricción viene descrita por la ley de Stokes:
Igualando ambas fuerzas, podemos obtener sendas expresiones que nos permiten calcular el radio de la gota o bien la velocidad terminal a la que se mueve:
Si luego aplicamos un campo eléctrico, aparece una fuerza eléctrica que se opone al movimiento de caída de la gota. Si la intensidad del campo es tal que la fuerza eléctrica compensa la fuerza de la gravedad:
Hemos obtenido una expresión que nos permite determinar la carga total adquirida por la gota (habiendo calculado previamente su radio), ya que las densidades y la intensidad del campo eléctrico son conocidos. Al ser esta carga una, dos, tres… veces la carga del electrón, realizando mediciones en diferentes gotas, podemos deducir cual es el valor de la carga elemental.
Otra opción consiste en aplicar un campo eléctrico de mayor intensidad, en cuyo caso la gota experimentaría un movimiento ascendente:
En este caso, la expresión de la velocidad obtenida para el movimiento ascendente (cuando el campo es lo suficientemente intenso) puede relacionarse con la que habíamos obtenido previamente para la velocidad en el movimiento descendente (en ausencia de campo eléctrico), lo que nos proporciona la información necesaria para estimar su carga, que siempre será un múltiplo de la carga del electrón.
Millikan obtuvo el Premio Nobel de Física en 1923, sobre todo por este trabajo. No obstante, siempre se le reprocha que no haya valorado la contribución de algunos colaboradores al experimento, ni reconocido su importancia en el éxito del mismo.