El sonido, como cualquier otra onda, tiene la capacidad de reflejarse cuando encuentra un obstáculo. Las vibraciones de la onda sonora se transmiten al material con el que choca, de manera que éste las devuelve al medio del que proceden.
Nosotros no solemos percibir esa nueva onda, bien porque el espacio es muy abierto y la reflexión no llega a producirse, bien porque la onda sonora reflejada llega a nuestro oído prácticamente al mismo tiempo que la onda original.
El oído humano es capaz de distinguir dos sonidos consecutivos si entre ellos hay, como mínimo, una diferencia de una décima de segundo.
Si consideramos que la onda sonora emitida y la reflejada llegan a nuestro oído separadas por este intervalo de tiempo, la distancia que ha recorrido el sonido es de 34 metros, suponiendo su movimiento uniforme a una velocidad constante de 340 m/s (en el aire a 20 ºC):
Según estos cálculos, si un sonido es percibido en un determinado instante, y luego es reflejado y llega de nuevo al oído, será detectado como un sonido diferenciado del primero si en el intervalo de tiempo que hay entre uno y otro (que debe ser, como mínimo, de 0’1 s) ha recorrido, al menos, 34 metros. En estas circunstancias se dice que se ha producido eco.
El eco es un fenómeno acústico que se produce cuando a un receptor llegan tanto la onda emitida como la reflejada, con una separación tal que permite detectarlas como dos sonidos diferenciados.
Como el sonido recorre 34 metros para que se produzca eco, la distancia a la que se encuentra el obstáculo que produce la reflexión debe ser de 17 metros, ya que su recorrido es de ida y vuelta. Esta es la distancia mínima necesaria para que se detecte el eco. Si la distancia es menor, se produce otro fenómeno que se conoce como reverberación.
La reverberación consiste en la superposición de una onda sonora con su onda reflejada, provocando una mayor permanencia (duración) del sonido.
La reverberación hace que en un local vacío, las ondas sonoras reboten en las paredes, superponiéndose entre sí, creando un efecto que desdibuja y alarga el sonido, modificando sus cualidades y perdiendo nitidez. Este efecto ha de tenerse en cuenta en recintos cerrados, como cines, teatros o auditorios, que requieren una buena acústica, de manera que su diseño arquitectónico y los materiales empleados minimicen la reverberación.
La reflexión de las ondas sonoras resulta muy útil para la orientación y la comunicación de algunos animales (murciélagos, delfines, ballenas…) y tienen interesantes aplicaciones tecnológicas.