Según el principio fundamental de la hidrostática, la presión en el interior de un líquido es mayor que la existente en la superficie y siempre es la misma en todos los puntos que se encuentran a la misma profundidad. Un ejemplo de ello son los vasos comunicantes:
Los vasos comunicantes consisten en una serie de recipientes conectados entre sí en los cuales un líquido homogéneo se distribuye de manera que en todos ellos se alcanza el mismo nivel. Como los recipientes están abiertos a la atmósfera, la presión externa es la misma en todos ellos, y la presión interna en cada punto depende únicamente de la profundidad a la que se encuentra. Puede resultar llamativo que en todos ellos el nivel de líquido sea el mismo, independientemente de la forma o la sección que tenga el recipiente. De hecho, esta evidencia se ha conocido siempre como la paradoja hidrostática. La respuesta es clara: la presión no depende de la cantidad de líquido que hay en el recipiente por encima de un punto, sino de la profundidad a la que se encuentra dicho punto. Además, en el caso de recipientes con formas extrañas y paredes que no son estrictamente verticales, hay que tener en cuenta que parte del peso del fluido es compensado por la fuerza normal ejercida por las propias paredes del recipiente.
Como hemos dicho, si los recipientes están abiertos a la atmósfera, la presión sólo depende de la profundidad, y en todos ellos el líquido alcanza el mismo nivel. Pero no olvidemos que la presión en un punto en el interior de un líquido es la suma de la presión hidrostática (debida al líquido) más la presión exterior (generalmente, la atmosférica). Por lo que podríamos plantearnos esta otra situación: ¿qué ocurriría si modificásemos la presión externa a la que está sometido el líquido en el recipiente?
Si aumentamos la presión externa, por ejemplo, aplicando una fuerza sobre la superficie exterior, el aumento de presión es el mismo en todo el seno del líquido, lo cual se conoce como principio de Pascal:
El incremento de presión en la superficie de un fluido incompresible, contenido en un recipiente indeformable, se transmite con el mismo valor a cada una de las partes del mismo.

Una aplicación común del principio de Pascal lo constituye la prensa hidráulica o elevador hidráulico:
El elevador hidráulico permite levantar un gran peso a partir de la aplicación de una fuerza relativamente pequeña. Este dispositivo consiste en dos émbolos de distinto diámetro conectados por un fluido encerrado en una cavidad, cuyo diámetro varía de un émbolo a otro. Al mecanismo se aplica una fuerza de entrada (F1) sobre una pequeña superficie (A1). Esto genera una presión en el fluido que se transmite de manera constante en todo su interior y, particularmente, en la superficie que se eleva (A2), mayor que la primera, sobre la que actúa una fuerza (F2), en consecuencia, mayor que la de entrada.
Según el principio de Pascal:
Estos mismos fundamentos subyacen tras el sistema hidráulico de frenado: al pisar el pedal de freno se ejerce una fuerza sobre un émbolo de pequeñas dimensiones y se produce un aumento de presión en el líquido que se transmite a los émbolos grandes que actúan sobre las pastillas de frenos con una fuerza mayor (puedes ver una simulación aquí).
